Unos compraban lotería en "El gato negro"; otros, con ella ya comprada, la restregaban supersticiosamente sobre el lomo del gato que hay en la puerta, por si acaso; y otros ya no necesitaban comprarla porque ya les había tocado o porque ya no necesitaban que les tocara, ni menos restregarla. En un segundo todos unidos por la lotería como si fuese una metáfora de nuestras vidas. Faltaba yo. Hoy la compro, y la restriego, vaya que si la restriego.