26 noviembre 2013

Primero fue sacar unas mesas a la calle para poder atender a los fumadores. Más tarde a esas mesas les pusieron unos toldos. Después, a los toldos les instalaron calefacción en invierno y dispersores de agua en verano. Ahora -como puede verse muy bien en la plaza de Santa Catalina-, los han cerrado dándole a la plaza un aspecto de campamento de Moros y Cristianos y, sobre todo, usurpando el espacio público de una forma alarmante. Pero, claro, conociendo a los murcianos esto no acaba aquí: mañana mismo los alicatan; y claro, los alicatan si es que el político de turno no los recalifica esta misma mañana para construir diez plantas por encima y diez mil por abajo.

3 comentarios:

La Pecera dijo...

Totalmente de acuerdo. Nos han expropiado las plazas y han adulterado el paisaje urbano. Cruzar por Santa Catalina, una preciosa plaza en la que antes jugaban los niños, es hoy penoso. San Nicolás se ha convertido en una extensión de la marisquería que hasta ha cerrado los accesos con maceteros. Cada día añoro más la Murcia de mi juventud. Debe ser que me estoy haciendo viejo y no entiendo que el progreso consiste, entre otras cosas, en sacrificar las plazas y paseos en favor de bares, mercadeos y casetas de ferias varias.

Pedro López Martínez dijo...

Te ha salido redonda, Juan. Qué razón tienes!

Salud!

Esteban Linares dijo...

Esto mismo, Juan, también lo denuncio en mi blog (¡Ay, Murcia!). La apropiación del espacio público por parte de los hosteleros del centro de la ciudad, facilitada por el afán recaudatorio del Ayuntamiento, ha logrado echarnos definitivamente de estos lugares. Nos han robado nuestro paisaje.
Lo de los bolardos, ya ni te cuento.
Un saludo.