26 abril 2015


De nuevo el Prado cede e introduce un tipo de pintura que nada tiene que ver con sus colecciones y con el único argumento del diálogo entre obras ¿? Es verdad que en esta ocasión es Picasso, diez magníficas obras de Picasso procedentes del Kunstmuseum Basel, pero hablar de diálogo entre estilos nos llevaría a que cualquier propuesta que se hiciese tendría alguna relación; hasta podríamos meter un Malevich frente a las Meninas para que la gente se diera cuenta de qué es la pintura y qué su negación y titularlo dialogo. Pero vayamos al resultado: estuve viendo detenidamente los picassos y finalmente me decidí por pasar directamente a Velázquez por aquello de la propuesta expositiva. Claro, no tenían nada que reprocharse mutuamente, porque tampoco tenían nada que contarse que no fuese el que ambas obras estaban vivas. O sea, un capricho innecesario y un resultado desconcertante; era como si se hubiese puesto a dialogar a Homero -en griego-, con Benito Pérez Galdós. En cualquier caso siempre merece la pena, a pesar de la tontuna. El arlequín de Picasso pintado en 1908, de llorar de emoción.

Foto: Juan Ballester

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