15 abril 2015


Eran las diez horas, siete minutos y treinta segundos de la mañana de ese día en el reloj del Centro de la Tercera Edad del barrio. Junto al implacable "notario", todo un atrezzo para matar el tiempo, para entretener al próximo condenado. Un ruido monótono de golpes de fichas sobre el mármol actuaba como banda sonora, como fondo lúgubre, dándole sentido rítmico al sinsentido plano de esas existencias.

No hay comentarios: