Ver mis manos reflejadas en un espejo azteca de obsidiana pulida, exactamente igual que los que se encontró Hernán Cortés cuando entró en el Tenochtlitán de Montezuma, me emociona. Y me emociona, sobre todo, por estar ocupando el espacio que ocuparon otros en aquel tiempo del otro mundo. Frente a este mismo objeto hubo unos ojos, unas manos, unos sueños, unos miedos..., exactamente como los míos.
Foto: Juan Ballester. De la exposición: "Itinerario de Hernán Cortés". Sala del Canal de Isabel II. Madrid.
1 comentario:
Seguraamente los miedos de aquellas gentes serían bastante mayores que los tuyos, sobre todo debido a la falta de conocimientos.
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