11 junio 2015


Iba cargado de bolsas de compra y caminaba deprisa, pero al llegar a ese banco las dejó, encendió un cigarro e hizo una llamada. Mi primera reacción al verlo vestido y acicalado de esa guisa fue la de criticarlo, la de juzgarlo desde mi óptica de hombre acomplejado y estrecho; incluso el hecho de querer tomar su imagen ya denotaba una cierta perplejidad ante el modelo, pero esta mañana, al mirar la foto y reflexionar sobre ella, todo ha cambiado: no dejo de reconocer y de sentir cierta envidia por su libertad, por su tiempo, por su cigarro en medio del camino.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenos días.

Los prejuicios son malos consejeros.