Un día las tres amigas escribieron sus nombres sobre el banco en el que descansaban. Y allí, sobre esa madera barnizada en un jardín cualquiera, sus vidas se cruzaron en un mismo punto, en un mismo estadio, en el mismo suspiro. Venían de lugares distintos y con certeza hoy andarán por caminos separados, pero solo en aquel banco de aquel jardín y aquella tarde, las tres coincidieron en el mismo deseo de ser y de estar. Seguramente en eso consista el vivir y no haya más.
1 comentario:
Hola, buenas tardes.
Deseos de pasar a la posteridad de la manera más guarra posible.
Y menos mal que sólo era un banco que se puede repintar mil veces, pero igual lo hubieran hecho sobrre el David de Miguel Ángel o de Bernini,
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