24 septiembre 2015


Fue alumna mía el curso pasado, se llama Ana y ayer, después de varios intentos frustrados, por fin pude hacerle unos retratos. De ella me llamaba mucho la atención su personalidad, independiente y callada; casi siempre estaba sola y casi siempre se sentaba en las últimas filas y esquinada. No es tímida, porque cuando se le pregunta responde con muchísima seguridad, pero tampoco es extrovertida; digamos que tiene esa forma de estar en el mundo de los que no hacen ruido, que están en silencio, pero como decía Ramón Gaya, en un silencio habitado, sin vacío. Y claro, alguien así tenía que adoptar una apariencia oriental: delicada y vigorosa al mismo tiempo, brumosa y perfilada, de blanco y negro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

... y concentrada.

Buenos días.