22 septiembre 2015


Qué duda cabe, no son buenos tiempos para la tauromaquia y me atrevería a vaticinar que hasta tiene los días contados. Lo mismo que no estuvo anteriormente -al menos como ahora la conocemos-, pronto dejará de existir, porque está claro que ni el mundo de hoy, ni el hombre que lo habita, la necesitan. Y ya está, que no haya más palabras, que ningún ser humano sufra más por el toro de lidia, que se acabe cuanto antes la pantomima de aplicar los derechos sociales al orden natural, dejémonos de monsergas y que termine ya la tremenda osadía del hombre actual queriendo "jugar" a no se sabe qué con el animal. Lo que nadie podrá impedir, en cambio, es que algunos hayamos sentido en alguna ocasión esa conjunción armónica del toro con el torero -de la luz con la sombra, de lo masculino y lo femenino, de la vida con la muerte...-, o que, por unos breves instantes, hayamos asistido con el ánimo en vilo al efímero misterio de la creación; eso ya es nuestro, para la eternidad.

En la foto de Internet: natural de Rafael de Paula.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenos días.

La cosa es bien fácil, nadie obliga a nadie ni a ir a verlos, ni lo contrario.

Yo no iré nunca a Tordesillas a ver esa salvajada, pero tampoco iré a llamar salvajes a los que intervienen.