Y un poco más adelante en mi paseo de nuevo mi otro amigo, o lo que queda de él. Ya está seco, más aplastado y negruzco, como un cuero viejo enmohecido. Al golpearlo con la punta del pie se movió de sitio y el azar lo convirtió en arte contemporáneo. Solo falta un crítico que lo avale, un galerista que lo presente y un pedante que lo admire -y lo pague-.
1 comentario:
Buenos días.
No faltaría el pedante.
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