11 noviembre 2015


Siempre hay en la vida un antes y un después, un punto de inflexión, un momento en el que dejas de ser uno para convertirte en otro; y aunque podamos creer que son muchos esos momentos, verdaderamente solo hay uno definitivo, esencial. Ayer por la tarde, durante mi paseo por el monte, no paraba de pensar en esto: Dónde estuvo mi punto de inflexión, si es que lo tuve, o cuándo dejé de respirar, si es que ya no lo hago. Las intermitencias del sol del atardecer sobre mi cara mientras caminaba, simulaban la cruda metáfora de mi vida, solo que aún podía decidir quedarme al sol, o a la sombra.

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