07 diciembre 2015


Todo empezó cuando se prohibió fumar en el interior de los establecimientos públicos de hostelería: Para atender a los sufridos clientes se les habilitaron unas mesitas con ceniceros en la puerta de los locales; a las mesitas siguieron los pequeños toldos para protegerlos de las inclemencias y después, el calefactor para complementar la defensa de estas inclemencias; con la llegada de los fríos intensos, los tolditos se convirtieron en toldazos y después en verdaderas carpas de circo; seguidamente las carpas se fueron cerrando y amueblando y finalmente se han convertido en auténticos pabellones a los que únicamente les falta el alicatado y una chimenea rococó. Sin que nos diésemos cuenta, en poco más de dos años, nuestras históricas plazas se han llenado de estos desagradables e insufribles montajes, restándonos el espacio común a los ciudadanos y, lo que es peor, destrozando la estética del poco entorno digno que nos quedaba. La Plaza de las Flores, Santa Catalina, El Romea, Santo Domingo... Qué pena de ciudad, qué asco de políticos y qué perullo es lo levantino.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenos días.

Completamente de acuerdo en la "perullez".