09 mayo 2016



Ahí siguen la flor del cardo y las espigas silvestres. Ahora solo faltan las desnudas piernas de aquel niño que con pantalón corto se divertía revoloteando entre ellas y sintiendo sus delicados pinchazos y unas suaves caricias sobre su piel.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenos días.

Mucho me temo que ese niño no volverá, lo siento.

Pedro López Martínez dijo...

todo un poema sobre la fugacidad