23 noviembre 2016


Viven en una pequeña terraza de escasos metros cuadrados y así pasan todo su tiempo desde hace ya varios años. Cuando eran más jóvenes y los llamabas para acariciarlos, acudían rápidos y alegres a la verja, pero, ahora, cuando los llamas, ya ni te miran o, si es que lo hacen, te miran con muchísima tristeza. Han aprendido perfectamente a no fiarse del hombre, a saber que todo lo que dice y hace solo responde a sus propios intereses. Y por si alguno de mis amigos antitaurinos y animalistas -que haberlos, haylos-  se anima a rescatarlos, están en la calle de Santa Catalina del Monte, en La Alberca, enfrente justo del convento de Los Franciscanos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenos días.

Haciendo amigos.