Eran el encanto del lugar, con su presencia elegante y misteriosa, sus colores verde plata y sus hojas cambiantes, barrocas... y, de repente, alguien las arranca, no se sabe con qué intención. Seguiremos pasando por el lugar, pero las echaremos de menos; eran nuestras cómplices, nuestra compañía, nuestro gozo.
1 comentario:
Buenos días.
Para el que la ha arrancad, no.
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