18 diciembre 2017

No sé si le pasa a otras personas, pero yo tengo lugares favoritos. Me refiero a esos rincones en donde uno, sin saber muy bien por qué, se siente cómodo, tranquilo, relajado. El lugar en cuestión no tiene por qué ser un espacio habitado, ni muy especial; basta que tenga una luz, una fisonomía y, sobre todo, que te rememore otros tiempos que añoras. Pues eso me pasa a mi con este lugar, con la curva del camino que baja del Eremitorio de La Luz hacia Santo Ángel, que me quedaría allí a vivir y a soñar.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí que pasa.. es una sensación maravillosa, no sabría describirla bien.. de auténtica calma, de plenitud.

Anónimo dijo...

Buenos días.

Es cierto, a mí también me pasa.