Y es que, claro, ser buen fotógrafo es ser un buen amante de la vida, de la realidad y todos sabemos que para amar hay que mezclarse, fundirse con el objeto amado. A Tito, el sábado pasado, me faltó verlo vestido de majorette para terminar de comprender su innegable amor por todo aquello que vuela frente a sus ojos y a su inteligencia.
1 comentario:
Buenos días.
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