LA SÚBITA VERDAD
Estaba releyendo a Emily Dickinson,
y me tomé un respiro al acabar
el hermoso poema en el que afirma
que es mejor que aparezca y nos alcance
sesgada y despaciosa la verdad,
pues si llega de frente y repentina
podrá cegarnos su excesiva luz.
Cayó la noche en la hora apaciguada.
Alcé la vista y miré hacia el cielo
desde mi cuarto. En él la luna llena
resplandecía y yo la vi de súbito
—no poco a poco ni de forma oblicua—,
en el cristal de mi balcón centrada.
Su belleza era inmensa, y su verdad
llenaba el mundo irrefutablemente.
La magnitud del imprevisto hallazgo
no hizo daño a mi pecho ni a mis ojos.
Viví con emoción el dulce encuentro.
Y mansa y pura y misericordiosa,
toda esa luz fue entrándose en mi ser.
ELOY SÁNCHEZ ROSILLO
1 comentario:
Buenos días.
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