25 enero 2019

No mediría más de cinco centímetros y evidentemente se trataba de un ratón recién nacido, pero el color rojo de su sangre sobre el asfalto mojado llamó mi atención. Lo normal, claro, es sentir cierto asco y, desde luego, huir cuanto antes del lugar. Pues bien, no sé muy bien por qué, pero decidí acercarme hasta él y fotografiarlo. Sé que no era pena lo que sentía; quizá incertidumbre y cierta hermandad ante la lógica terrible del destino.

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