Hemos llegado a asimilarlo tanto que ya no lo vemos, forma parte de nuestra iconografía ciudadana e, incluso, si no estuviera, hasta lo echaríamos de menos por el contrapunto que suele poner a nuestras seguridades, reafirmándolas. Pero, ¿lo habéis mirado alguna vez a los ojos? ¿habéis probado a saltar sus barreras de dignidad y de miedo y preguntarle quién es?
4 comentarios:
No. ¡Que verguenza me da de mi misma!
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Me ha gustado tu entrada de hoy Juan. Bueno, no me ha gustado porque me denuncia, pero me ha gustado porque me ha hecho pensar.
Yo creo que no me he parado nunca a preguntarle quien es primero por miedo y después, aunque más importante, porque si lo hago no podría dejar de verlo más. No podría pasar por su lado y no verlo, dejaría de ser un "objeto" más de la iconografía urbana, como tu lo llamas. Y, aunque suene duro, creo que tienes razón. Pasaría a ser algo malo, triste, injusto de esta sociedad en la que vivo y tan cerca que no podría obviar. Por eso, creo que nunca me he acercado, porque sería un motivo más para no sonreir de los que intento evitar cada día.
Esto me ha hecho reflexionar esta entrada. No estoy orgullosa de mi reflexión, pero es la que siento.
Gracias por haberla provocado, quizá llegar a ella es el punto de partida para poder cambiarla.
Anónimo me ha hecho pensar de nuevo. No siento verguenza de esas historias fruto de injusticias, a veces autoexclusión, locura,... Siento verguenza por no charlar, mirar a los ojos, pararme... A veces sí. Pienso que no es éso lo que a mi me han enseñado en casa. Y ha vuelto a mi memoria un personaje vagabundo de mi infancia.
Algo que me preocupa es sentir soberbia o superioridad ante el ser indefenso. Éso me preocupa mucho.
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