"Al menos tiene un rostro", decía el doctor Cavadas ante algunas críticas a su último trasplante de cara. Y es verdad, al menos tiene una cara, que nos gustará más o menos, pero ya puede mirarse al espejo e identificarse con "alguien"; debe ser horrible no tener rostro, algo así como no tener identidad. Pero de estas palabras de Cavadas me quedé con lo más importante: que yo tengo cara y es la mía. Vivimos tan ciegamente ante los problemas verdaderos, que el hecho de tener cara nos parece una cosa tan natural como que exista el oxígeno, o que los políticos mangoneen, y no debe ser así, no se nos debería olvidar nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario