12 enero 2013

Miro el mundo y cada día lo comprendo menos, quizá porque cada día lo interrogue más: ¿qué hay de mí en él? ¿qué es lo mío y qué lo prestado? ¿quién o qué se mueve, él o yo? y finalmente ¿por qué sentimos una identidad si todo nuestro yo es pasajero?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Supongo que como casi todo,la esencia está en el punto de vista con el que se percibe todo. Si tu punto de vista es de inclusión se ve de una manera, si es de exclusión, otra. Y así con cada cosa, con cada ser. Si algún día llegas a ser tan sencillo y pleno de amor que te sientes Dios (y sencillez y amor no son solo palabras), creo que serán fáciles las respuestas a tus preguntas:
Que hay de mi en el: TODO
Que es lo mio: NADA (vives de prestado sin título de propiedad)
Que es lo prestado: respondido antes.
Quien o que se mueve:TU DENTRO DE TODO lo demás.
Identidad: en el fondo para que la quieres, tantos años haciéndote esta pregunta y sin responder PARA QUE LA QUIERES. Sabes que formas parte de algo. Por eso, entre comillas eres pasajero entre algo eterno. Cuando un brazo se pregunta en su perfecta utilidad, que hace ahí, inserto en el cuerpo de alguien, mas bien se lo pregunta cuando es amputado. Se unen sensaciones de vacío y de plenitud. Sensaciones de no avanzar, de parecer en el mismo sitio y de cansancio por el viaje hecho.

Jose

Anónimo dijo...

Nunca el puente del relato será pretérito.
El espacio sombrío que salva el hombre
encierra todos los conflictos, todos los vértigos.

Lo que hemos elegido ser
y aquello que alejamos
del umbral del sueño,
por falta de convicción o cobardía.
Esa duda que muerde, apremia y vivifica…

El movimiento unívoco
nunca logrado
en la coral de las evasivas,
la marcha conjunta hacia el fin,
que es necesariamente solitario,
claro de sigilo…

Los falsos espejos
de nuestros más íntimos deseos...
¿Quién los desvela?
¿Quién persigue la esencia de algo
sólo engendrado en sus lindes?

Los futuros desiertos, extinguidos
por la prematura elección
(tal vez siempre la elección sea inmadura,
tal vez el peor trance sea tener que elegir).
La vida exige una respuesta,
te arrincona entre uno u otro cielo,
en el plenilunio de la posibilidad.

Ser… ¿Ser quién?
¿Tu propio asesino?
¿La criatura circunspecta
que se deja morir?
¿Los postigos cerrados de un sueño?

La literatura no agota estos ni otros misterios,
abre el inmenso interrogante,
multiplica la constante indagación,
nada ceja de hollar,
todo lo que en ella toma cuerpo y se adivina
es una misión vivida
en el singular cosmos
de la primera persona.