04 noviembre 2015


En la bajada de la Fuensanta y junto a un convento de monjas, me encuentro tirado en el suelo un trozo de alambre, seguramente proveniente de unas obras que allí cerca se están construyendo. Cuando me fijo un poco más reconozco algo y lo fotografío. Veo, claro, un ave zancuda, un flamenco quizá, pero lo que más me emociona ahora que lo pienso no es el reconocimiento del objeto, sino el camino de ambos hasta ese punto de no retorno.

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