Mientras asistíamos a la despedida del curso de Julia, lo miré de reojo y lo vi preocupado, como concentrado en algún problema. Y sentí pena, pena por él, claro, pero también pena por la vida, por el hombre, por su continua y persistente dependencia emocional. Es Juan, mi hijo.
1 comentario:
Ya sabes Juan, la vida fue, es y será siempre una M..., así con M mayúscula.
Buenos días.
Publicar un comentario