17 junio 2016


Mientras asistíamos a la despedida del curso de Julia, lo miré de reojo y lo vi preocupado, como concentrado en algún problema. Y sentí pena, pena por él, claro, pero también pena por la vida, por el hombre, por su continua y persistente dependencia emocional. Es Juan, mi hijo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ya sabes Juan, la vida fue, es y será siempre una M..., así con M mayúscula.

Buenos días.