29 abril 2017


Si algo bueno tiene ir cumpliendo años es, precisamente, poder dar testimonio de ese largo tiempo vivido. Y si, encima, gran parte de ese tiempo lo has dedicado a la imagen, pues el testimonio puede verse incrementado con ese plus que supone el contraste, la posibilidad de comparación en el tiempo. En la primera imagen aparece mi primo Antonio Ballester en septiembre de 1976; en la segunda, en febrero de 2017, es decir, más de cuarenta años después. Dos tiempos, dos momentos personales diferentes y, sin embargo, una misma y sólida identidad personal y artística. Antonio, para redondear la faena nos falta la tercera. Vamos a por ella, no queda otra.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenos días.