17 noviembre 2017


Porque, claro, toda imagen tiene siempre la fuerza de la novedad, pero también la debilidad de tratarse de una realidad congelada, detenida en el tiempo, sin proyección alguna y, por tanto, sin vida. Nos atrapa, precisamente, su carácter superficial, esa deslumbrante pero vacía corteza de la realidad que nunca va más allá porque se desligó de su misma esencia: el devenir.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenos días.