Buscaba dentro de los contenedores cuando de repente se sintió observada y volvió la cabeza. Durante unos pocos segundos se quedó quieta, pensativa, como le pasa a los gatos cuando son sorprendidos, pero enseguida se montó en su bicicleta y se fue rápidamente del lugar. Desde entonces he pensado mucho en su actitud, en aquella huida casi vergonzante, pero no le encuentro mucha lógica tratándose de alguien que debía estar acostumbrada a esa actividad, según se desprende de su raza gitana balcánica y de aquella bicicleta tan preparada que llevaba. Un misterio su huida o, acaso, un prejuicio más, mío.
1 comentario:
Buenos días.
Quizá es sólo sentido del pudor.
Seguramente está acostumbrada a hacer esa labor, pero en soledad, sin ser vista.
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