Y todo aquello que venía sucediendo sin un tiempo concreto, al apretar el disparador y quedar grabada la imagen se fijaba eternamente en una fecha, una hora, un minuto y un segundo determinados; sí, aquello que fluía suavemente sobre el gran río de la vida, ahora quedaba nombrado, fijado y catalogado en el gran charco de la muerte; aquella sonrisa de Isabel ahora y siempre se podrá ver, pero en aquel maldito segundo dejó de tener el vivo y palpitante misterio de su fugacidad.
1 comentario:
Buenos días.
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