Mientras veía caer las gotas de agua de estas flores y oía de fondo el canto de unos pájaros, he sentido envidia de ese otro lado del mundo. ¿Qué impotencia nos define, o qué soberbia nos habita cuando aceptamos o negamos la existencia de Dios? Quizá, el simple hecho de racionalizar esa entidad -ya sea para alabarla, o para negarla-, solo nos está demostrando lo alejados que estamos del mundo, lo original de nuestro pecado.
1 comentario:
Buenos y filosóficos días.
Publicar un comentario