Una tarde de las pasadas navidades me atreví a montarme en un bugui de un amigo para recorrer varias calles de nuestra ciudad. El coche había sido tuneado totalmente como si se tratase del trineo de Papá Noel y durante el recorrido, mi amigo iba pitando mientras se acompañaba de villancicos a todo volumen. Realmente aquello no iba conmigo, con mi tradicional forma de ser tan poco dada a espectáculos de ese género, aunque accedí a subirme con él, acaso por hacerlo feliz fingiéndome sentirme yo también. ¿Fingiéndome? Ay, cuántos yoes desconocidos llevamos en nuestra mochila y cuántos prejuicios nos configuran.
1 comentario:
Buenos días.
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