19 abril 2013

Ayer me decía Manuel Fernández-Delgado -para intentar consolarme y consolarse sobre la reciente muerte de nuestro amigo Nigel Dennis- que  hay que asumirlo, es ley de vida y que se van -nos vamos- unos y llegan otros. Si, es verdad, en estos momentos se puede hacer un análisis positivista de ese tipo, pero precisamente, en estos momentos, lo que menos le interesa a uno es la "utilidad" de cualquier planteamiento "paliativo": la inesperada muerte de Nigel es un mazazo a mi estabilidad vital y basta. Saldremos, seguiremos caminando, pero la plenitud del sentimiento por la vida se adelgaza, y no por la evidente proximidad de nuestro propio destino, sino por la certeza de que Nigel no volverá a mirarnos a los ojos, ahora que empezaba a hacerlo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Lo que en gran medida nos indica nuestra despedida de esta vida es la despedida de los demás. Hay tantas formas de irse como clases de personas y aunque elegirlo no está en nuestra mano, nuestra intereación vital, nuestro recorrido nos avala al final de cara a los demás. Fulanito era así y murió así, menganito de aquella u otra forma y casi siempre intentamos buscar la lógica de lo lógico.
Pero como propósito de esta vida, para lo que realmente estamos aquí en mi humilde opinión, es para aprender. Cada día me convenzo mas. Nuestras almas en su singladura se nutren de la vida y en ésta, básicamente del amor. Todos venimos a la vida a aprender algo y cuando lo aprendemos, podemos considerar nuestra vida como consumada, cada cual adquiere lo que le falta para completar el eterno puzzle que constituye un alma, la tuya.

Como al final has dicho acertadamente, su alma no miraba a los ojos y un día miró y fue feliz y a la vez fue una mirada de despedida. Ojalá las miradas fueran mas que ojos y representaran lo que son, ventanas del alma. Hasta siempre Nigel y buena suerte.

Jose