Se ha acercado a pedirme que le comprara una pulsera y no lo he hecho, pero al verme parado junto a una estufa de una cafetería, ha decidido hacerlo él también. Durante unos pocos minutos hemos compartido el calor de esa estufa y, claro, también hemos entablado conversación. Me ha contado su origen senegalés, el frío que pasa por las noches en la casa abandonada donde pernocta, me ha hablado de sus cuarenta y dos años de edad y de su anterior estancia en Italia. Finalmente le he pedido que me posara y lo ha hecho encantado, dejándome el número de su teléfono, aunque actualmente lo tiene empeñado por diez euros. Ah, se llama Tacko y espero llamarlo pronto para seguir sabiendo de él y de la vida que podía haber sido mía.
2 comentarios:
Valiente mirada
Buenos días.
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