05 mayo 2010


Día ventoso, frio y nublado. De vuelta a casa paro la moto en un semáforo de la Ronda Sur, junto a una isleta, y me aparece esta imagen. No me gustan nada las amapolas, y menos cuando crecen solitarias, pero ayer, la extrema dureza del medio en la que se encontraba me hizo admirar su determinación por vivir. Otro ejemplo más.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

¡QUE PRECIOSIDAD DE FOTOGRAFIA!

TOÑI dijo...

No pienses que es una amapola,es un ser vivo que se aferra en ese medio hostil en que se encuentra para dar un testimonio de supervivencia.Un abrazo.

Coquelicot dijo...

A mi me encantan las amapolas, me encanta su color, su volatilidad, la sonoridad de la palabra, hasta en francés, la he encontrado siempre, bonita: coquelicot. Me gustan los grandes campos de amapolas, pero también cuando me las encuentro en los arcenes de la autovía, en pequeños grupos o solitaria como la de la foto. Disfruto de ellas en la distancia, indómitas. Me siento privilegiada cuando consigo vislumbrar alguna (este año hay bastantes pero no siempre es así)y, siempre, me otorgan un instante de positividad, como si me dieran un toque de atención: "¡Eh, disfruta de los pequeños placeres que te depara la vida!"