30 marzo 2011


Ayer por la tarde estaba tocando su acordeón -por cierto, muy bien- junto al Museo Gaya. Es búlgaro, de Sofía, y se llama José. Cuando le pedí permiso para hacerle las fotografías me dijo que sí, que él había tocado en auditorios y en la televisión y lo decía con orgullo, no sólo para decirme que no le importaba, sino, sobre todo, para dejar claro que lo de estar en la calle era una mera injusticia.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Salvo para los rastreros de banqueros y políticos, al resto de gente, esta crisis le está pasando factura.

Patrizia Gea dijo...

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Ahora hay una crisis ecónomica (fatal para todos) pero llevamos mucho tiempo inmersos en una crisis de ideales, perspectiva e identidades.

Probablemente, y no digo que esto sea justo, todos nos veamos perjudicados, pero, siempre pienso que hay una parte positiva dentro de
cualquier situación negativa (prometido, la hay, pero hay que buscarla),en este caso puede que consista en reflexionar sobre el valor de las cosas y no darle tanta importancia a otras.

Simplemente, pienso, que de todo puedes aprender, si es de una crisis,también,y es lo mínimo que puedes hacer, aparte, claro está, de ayudar conforme a tus posibilidades.

El dinero no va relacionado con el orgullo, por lo que entiendo que este hombre se sienta orgulloso de estar tocando un instrumento si le gusta, y esperemos que dicha injusticia, la de no tener un hogar, pocas posibilidades, entre otras, pueda cambiarse, y admiro que personas como tú, Juan, nos hagan consciente de ello,y esperemos que con la crisis seamos algo más empáticos y comencemos a valorar, incluso, tener
pataticas para comer.

Dar las cosas por sentado hace que pierdan valor.

¡¡Un super abrazo y siempre te leo!!

TOÑI dijo...

Mucha demagogia.No solo son rastreros los politicos y los banqueros.

Marian Ch dijo...

Siempre he admirado a los artistas de la calle. He hecho varias entradas mencionándolos.

Algo que me mosquea es la distancia frente a lo injusto. "¡Anda, si pasa éso!". Pasa éso, y pasan atrocidades con nuestro mirar distante, y no querer saber.

No es injusto, es la vida, que es así, dura.

Desgracia de obviedad.

Espero que estés mejor Toñi.