20 abril 2012

Cuando nosotros llegamos ya estaban en la mesa de al lado, pero no nos habíamos percatado. En un momento concreto, para enseñar a mis amigos cómo funcionaba la nueva cámara, mi giro hacia ellas, las encuadro y disparo, pero casi sin querer, sin proponérmelo, como en cambio sí sucede con otros temas que me interesan. Ahora, dos días después y mientras revelo el archivo raw y las miro, pienso en ellas, en sus vidas, en los mundos tan separados en los que nos movemos, en el tiempo aquel en que el destino nos acercó y cruzó nuestros caminos, en la enfermiza impermeabilidad de nuestras identidades. Si alguna vez me las vuelvo a encontrar quizá las salude, lo que debería haber hecho entonces, aún a pesar de haber pasado por loco, por un loco más.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Con una cámara en las manos, eres como Froilan con su escopeta, sin querer, se te dispara. Menos mal que tus disparos no saltan ojos, porque iría media Murcia tuerta y la otra ciega.

Jose

Anónimo dijo...

Lo lamentable de esto, es que hayamos llegado a un punto en el que el hecho de saludar a alguien pueda hacer que te tomen por un loco.

Los niveles de individualismo a los que ha llegado la sociedad son lamentables.