Se llama Nigel Dennis y era muy amigo de Ramón Gaya. Ayer por la mañana mientras tomábamos un café en la plaza de Santa Catalina -Nigel dice que las dos plazas que más le gustan del mundo son Santa Catalina y la Plaza de Las Flores-, me decía que haber conocido a Gaya también para él supuso un antes y un después en su vida. Por supuesto que hablamos de su obra pictórica y literaria, pero sobre todo hablamos de su persona, porque los dos sabemos -y por suerte pudimos vivir- que necesariamente detrás de la obra, por muy alta que ésta sea, siempre estará, en el trasfondo de todo ese hacer, la persona.
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