27 enero 2016


Cada día al anochecer suelo pasar por delante de esta casa. La ropa tendida, o la misma luz encendida es un síntoma de que está habitada, pero jamás he visto a nadie en ella y, claro, basta que lo haya pensado para que mi obsesión por saber de sus habitantes vaya en aumento cada día que paso. Quizá esa obsesión se encuentre entre una más de mis obsesiones o quizá, finalmente,  no me interesen tanto sus habitantes como creo; acaso toda mi intriga pueda quedarse entre los rescoldos de una lejana y añorada infancia.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenos días.

O quizá ese afán de saber forme parte de una pequeña deformación profesional.