25 abril 2016



Durante el paseo mañanero por el monte me encuentro con dos escenas muy distintas: un chico que mientras pasea va recogiendo toda la basura contaminante que se encuentra y un poco más adelante y en una zona de aparcamiento, unas litronas dejadas en el suelo tras la juerga oportuna de la noche anterior. Y la reflexión del paseo de ayer fue la siguiente: ¿Es posible que el voto de uno tenga el mismo valor que el de los otros? ¿Vale igual el voto de Pedro Almodovar o de José Manuel Soria, que el de un empresario que cumple escrupulosamente con todas sus obligaciones fiscales? Por supuesto, porque cada nueva elección representa la igualdad, como si se tratase de un nuevo punto de partida. ¿Y eso es bueno para la sociedad, para su salud ética y social? Pues creo que no, creo que ese "igualitarismo" de las democracias actuales lastra más que ayuda: si valgo lo mismo, haga lo que haga, que lo haga el otro. Claro que después de haber criticado el error que supone la paridad, solo me faltaba desmitificar el sufragio universal como un logro de la humanidad, pero si no lo hago reviento.

No hay comentarios: