Alguien pasó por su tumba y le dejó unas rosas blancas. He pensado mucho en estas flores, en el hecho de ponerle flores a alguien sobre su tumba y está claro que, en el fondo, no son para el difunto, sino que son flores que uno se pone a sí mismo sobre la propia muerte, sobre aquello que también quedó cercenado -y muerto- al irse una de sus partes.
2 comentarios:
Buenos días.
Así es, una parte de ti muere con él y otra suya sigue viva en ti.
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