28 enero 2018

No sé cómo se llama, ni quién es, pero ayer por la tarde se me acercó para pedirme dinero. No le di, claro, porque intuí que las necesidades que tenía no eran demasiado confesables. En cualquier caso y más allá de para qué necesitaba el dinero, creo nunca podré dejar de mirarlos con cierta ternura y con cierto miedo: ternura por la dura realidad en la que viven y miedo porque al mirarlos siempre me veo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenos días.

icue dijo...

Buenos días Juan , lo que nunca se sabe es la verdadera historia que hay detrás ,tiene que evolucionar mas la sociedad para que sean menos las personas que se encuentran en desarraigo social.