30 mayo 2018

Ramón Gaya con Isabel Verdejo en Roma. Julio de 1993. Foto: JB

Allá por el año 1975 tuve la suerte de que se cruzara en mi camino, aunque llegar a conocerlo, es decir, saber sobre su pensamiento y sobre su obra, no iba a resultar nada fácil para mi. Por un lado todo lo que decía, lo que opinaba, todo lo que argumentaba, tenían un peso y un rigor que nos dejaba atónitos, pero, al mismo tiempo, todos aquellos argumentos que tanto nos impresionaban, rompían gran parte de las estructuras en las que nos asentábamos. En ese dilema, lógicamente, poco a poco fue ganando posiciones el sentido común, la lógica vital, su misma profundidad y lo inapelable de sus juicios... Hasta hoy, más claro y más vivo que nunca.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenos días.