29 mayo 2018

Jamás en mi vida he sentido vocación de nada y mucho menos, claro, vocación religiosa. Es más, cuando en mi adolescencia me enteraba de algún compañero de colegio que se metía en el Seminario, sentía miedo, pánico a esa especie de entrega vital, de sacrificio. El viernes pasado, en el patio del Palacio episcopal, al ver a este niño mirar a los sacerdotes con esa pasión y con ese arrobo no pude dejar de sentir otra vez aquellos miedos insuperables, aquella inseguridad frente al destino irremediable.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenos días.