Era aún de noche y se disponía a atravesar una zona desprotegida y que no dominaba cuando, de repente, una luz intensa y repentina la deslumbró, paralizándola. Un segundo después el conductor del coche notaba un blando y seco chasquido proveniente del contacto de una rueda sobre algún objeto pequeño, aunque fue tan leve que no le hizo parar su marcha. Unas horas después, allí estaba su cuerpo, solo y abandonado, sin nadie que la echara de menos, sin lágrimas ni duelos que la arroparan en su postrera despedida, sin alguien que pensara en lo que sus ojos vieron por última vez... Sí, allí estaba su machacado y repugnante cuerpo, como si de una simple rata se tratara.
1 comentario:
Buenos días.
¿Quién te asegura que nadie lloró por ella?
¿Has pensado en su compañeros de madriguera o cómo se llamé eso donde viven?
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