Eran las siete menos diez de la tarde, habíamos tenido nubes y lluvia durante todo el día pero de repente se abrió levemente el cielo por poniente y todo se inundaba de una luz dorada muy intensa, fenómeno que duraba escasamente unos pocos minutos, volviendo inmediatamente todo a su lugar, a su rutina anterior de grisácea oscuridad. Había sido como una llamada de alguien, ¿de Tomás?
4 comentarios:
Ahora que lo pienso no podía ser de Tomás. Tomás se comunicaba de una manera menos vistosa y evidente, más lejana y escondida.
¡De alguien a quien debes la vida!
La vida no se debe a nadie, como tampoco la muerte. Me resisto a atribuir identidad a lo que no comprendo, sería demasiado fácil o demasiado simple.
Sería demasiado cómodo
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