Me gustó mucho su presencia sobre la barra del bar donde tomaba mi cortado, la textura que tenían, el color; me recordaron a mi amigo Ramón y a los tomates que pintaba. Y precisamente recordándolo a él y a sus tomates, divagué hacia la realidad y su misterio, reflexioné sobre su naturaleza..., y fijándome en la mosca otoñal que se posaba sobre uno de ellos, hasta en la infinitud del mundo. Pagué noventa céntimos por mi café y me fui a buscar un tomate donde posarme.
3 comentarios:
Más vale el reflejo del sol en un tomate fresco, que la misma luz en un diamante
Depende para qué. No es lo mismo morder un diamante y regalarle a tu chica un tomate. Las consecuencias son desastrosas en los dos casos.
Jose
Prefiero morder y regalar un tomate, y sobre todo verlo. Un saludo
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