Viven en una pequeña terraza de escasos metros cuadrados y así pasan todo su tiempo desde hace ya varios años. Cuando eran más jóvenes y los llamabas para acariciarlos, acudían rápidos y alegres a la verja, pero, ahora, cuando los llamas, ya ni te miran o, si es que lo hacen, te miran con muchísima tristeza. Han aprendido perfectamente a no fiarse del hombre, a saber que todo lo que dice y hace solo responde a sus propios intereses. Y por si alguno de mis amigos antitaurinos y animalistas -que haberlos, haylos- se anima a rescatarlos, están en la calle de Santa Catalina del Monte, en La Alberca, enfrente justo del convento de Los Franciscanos.
1 comentario:
Buenos días.
Haciendo amigos.
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