25 abril 2015


Ver mis manos reflejadas en un espejo azteca de obsidiana pulida, exactamente igual que los que se encontró Hernán Cortés cuando entró en el Tenochtlitán de Montezuma, me emociona. Y me emociona, sobre todo, por estar ocupando el espacio que ocuparon otros en aquel tiempo del otro mundo. Frente a este mismo objeto hubo unos ojos, unas manos, unos sueños, unos miedos..., exactamente como los míos.

Foto: Juan Ballester. De la exposición: "Itinerario de Hernán Cortés". Sala del Canal de Isabel II. Madrid.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Seguraamente los miedos de aquellas gentes serían bastante mayores que los tuyos, sobre todo debido a la falta de conocimientos.